La parte horrible de un hombre "normal
Vivía a la espalda del cuartelillo. Si los guardias civiles de Alhaurín el Grande hubiesen querido detener en su casa a Tony Alexander King no habrían tenido que caminar más de dos minutos. Pero Tony era tan normal, tan respetuoso con todo el mundo, que alguna vez que acudió al cuartel lo hizo como si la cosa no fuera con él. "Para lo que ustedes deseen, estoy a su disposición", decía a los agentes de Alhaurín.
Los guardias civiles no aclaran para qué le llamaron alguna vez. Sólo dejan entrever que alguna vez le llamaron. En apariencia, Tony era lo que todos los vecinos definen como un hombre normal: un tipo callado y cariñoso que aconsejaba a Adán, el niño de su compañera sentimental, que no se peleara con los amigos; era uno de esos hombres que trabajaba sus ocho horas en el bar de camarero, que cocinaba alguna vez para su compañera, que la iba a recoger al hotel donde ella trabaja y que... de vez en cuando tomaba unas copas, algunas pastillas y salía con el coche a la feria de algún pueblo próximo.
La parte abominable de Tony A. King afloraba con la ayuda del alcohol y el éxtasis. Para los investigadores de la policía que consiguieron interrogarlo antes de que la Guardia Civil lo reclamara, no hay ninguna duda: el móvil de los asesinatos de Rocío Wanninkhof y Sonia Carabantes ha sido sexual. "Aunque no violase a sus víctimas, King sacaba placer mediante tocamientos sobre el cuerpo de ellas después de muertas", indicaron fuentes de la investigación.
Pero toda la sangre fría que King ha mantenido durante cuatro años, todo el control de sí mismo que ha necesitado para fingirse imperturbable mientras veía en los informativos imágenes de los asesinatos de Sonia y Rocío, se diluyó en dos jornadas de interrogatorios. A la policía ya le había confesado en un primer momento que estaba borracho y bajo el efecto de las pastillas el día en que fue a la feria de Coín, aquel mismo día en que murió Sonia Carabantes. Y a la Guardia Civil terminó de confesarle todo.
Este británico de 38 años contaba en su país con varios antecedentes policiales desde 1992 por robos y lesiones, pero en España parecía haber rehecho su vida. Tuvo una relación, de la que nació una hija de siete años a quien solía visitar los sábados. Y desde hacía cinco meses vivía con Mariluz Gallego, también separada y con dos hijas y un hijo. Con los hijos de Mariluz Gallego, Tony también se mostraba la mar de cariñoso.
El pequeño Adán, de 10 años, soportaba el pasado viernes las burlas y los insultos de sus compañeros en el recreo. El viernes lloró en el recreo. "Tenéis que saber que la pobre criatura no tiene culpa de nada", regañaba una madre a los otros niños. Al salir de clase alguien le preguntó a Adán que cómo era Tony, y Adán dijo que regular, aunque reconoce que con él se portaba bien.
"Tony era un cielo con mis hijas", declaró Mariluz Gallego a Canal Sur ese mismo día. En los locales comerciales que frecuentaba también aseguran que era dulce y cariñoso.
Su jefe y uno de sus mejores amigos, el británico Simon Bowers, propietario del bar donde trabajaba King de camarero, declaró el jueves que Tony era un buen empleado, que todo el mundo lo apreciaba, que bebía como cualquier persona normal y que no era violento. Antes de que llegase un periodista británico y Simon Bowers le cediera en exclusiva todas sus declaraciones, el antiguo jefe de Tony aseguró haberle visto llegar con arañazos en las manos al día siguiente de haber ido a la fiesta de Coín. "Es un bastardo. Si es verdad lo que la policía dice deberían dejarlo en manos de los padres de la víctima".
Tony había trabajado como jardinero por la Costa del Sol, sin terminar de asentarse en ningún sitio. "Yo le conocí en un restaurante de Mijas-Costa, El Chicken Shack, donde yo tocaba los bongos. Él trabajaba allí de camarero", señaló Simon Bowers. El jefe de Tony declaró que Tony A. King trabajó para él durante un año, después se marchó y volvió en agosto.
El hombre "normal" se paseó como uno más durante cinco meses por Alhaurín el Grande, una localidad de 18.000 habitantes censados entre los cuales hay empadronados 2.500 extranjeros. En Alhaurín hay muchos chavales ingleses de piel blanca y pelo rubio, bilingües, que reniegan de su compatriota. Son hijos de unos padres que en su día quedaron encandilados con la belleza y el sol de la zona y decidieron quedarse para siempre. "Ni lo conocíamos ni tenemos deseo de conocerlo", señalaban algunos adolescentes.
Tony es alto, fuerte y apuesto. Parecía seguro de sí mismo. No le temblaban las piernas al pasar ante el cuartelillo.
Pero en un momento dado, la policía debió de recibir un soplo. Y entonces cinco agentes se abalanzaron sobre King. La policía le había ganado la carrera a la Guardia Civil. Pero el instituto armado lo reclamó ante el juez del primer juzgado de Coín, Gonzalo Alonso, y el juez hizo que los agentes de la policía se lo entregaran a sus colegas de la competencia.
Ni con toda la pericia de Sherlock Holmes, ni siquiera con la ayuda de sus lupas más potentes se habría podido descifrar la información que el simple cristal de un intermitente en un coche reveló sobre su compatriota Tony Alexander King. "Los guardias que hicieron la inspección ocular en el lugar del crimen no vieron la sangre que había en el cristal. Nos lo entregaron para que averiguásemos la marca y el modelo del vehículo. Era un hilillo tan minúsculo que estaba inserto justo en uno de los nervios del diseño. Además, el color del cristal, entre naranja y rojo, hacía más difícil aún su visión. Tuvimos que usar microscopios para detectarla. Pero fue vital aquello. Dése cuenta que es la única muestra pura del ADN del detenido. Porque en la otra muestra, en la que se encontró en las uñas de Sonia Carabantes, se hallan mezclados el ADN de la víctima y el de su agresor", señala el teniente coronel Montes, jefe de la sección de Criminalística de la Guardia Civil.
Hay un momento luminoso en esta oscura historia de crímenes. Y es cuando los agentes de Criminalística de la Guardia Civil introducen en el ordenador los datos del ADN recogido en el intermitente. En la pantalla de la computadora apareció algo irrefutable: la persona que dejó rastros de sangre en el intermitente hallado en el lugar del crimen de Sonia se había fumado un cigarro en el lugar en que mataron cuatro años antes, aquel 9 de octubre de 1999, a Rocío Wanninkhof.
La dichosa colilla tan recurrente como elemento de acusación en tantas películas policiacas ha sido determinante en este caso. La colilla del cigarro Royal Crown ya no existía, quedó destruida al extraer el ADN. Pero la información que portaba sobre la saliva del hombre que fumó quedó dormitando durante cuatro años en el disco duro del ordenador.
"Hasta hace pocos años, viendo una colilla en el lugar del crimen sólo se podía decir: aquí han estado fumando", señala el teniente coronel Montes. "El guardia que la cogió, la cogió sin saber exactamente para qué valdría. Dése cuenta de que aunque en España estamos trabajando con muestras de ADN desde 1992, hace cuatro años, cuando mataron a Rocío, no estaba tan asimilado este método de trabajo, ni entre los agentes, ni entre los jueces, ni los abogados y fiscales".
Hasta ahí todo muy bien. Pedro Pedro Apalategui, el abogado de la que hasta esta semana era la principal sospechosa, ha alabado en público la profesionalidad de los guardias encargados de verificar las pruebas del ADN. Pero tanto Apalategui como Dolores Vázquez, a la que la madre de Rocío Wanninkhof señalaba incluso ayer como responsable de la muerte de su hija, se lamentan de cómo hasta el último momento la Guardia Civil ha intentado involucrarla en un crimen del que siempre se declaró inocente.
Ahora, ¿quién le devuelve a Dolores Vázquez los 17 meses que pasó en prisión? Después de que el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía suspendiera el juicio con jurado popular en el que la condenaron a 15 años de prisión, Dolores ha tenido y tiene que presentarse cada semana en el juzgado de Fuengirola, no puede abandonar la provincia de Málaga sin permiso del juez y ha depositado una fianza de 30.000 euros.
Cuando compareció ante la prensa, un día antes de que el autor de ambos crímenes confesara que lo había hecho en soledad, Vázquez se quejaba del "linchamiento" social al que la Guardia Civil trataba de someterla otra vez al filtrar noticias que la vinculaban falsamente con Tony Alexander King.
Ahora podrá vivir más tranquila.
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