lunes, 18 de marzo de 2013

Un comunicante anónimo se confesó autor de Ios crímenes de 'Los Galindos'


Mientras se perfila como más probable el móvil económico en el asesinato de cinco personas en el cortijo sevillano de 'Los Galindos', ocurrido el 22 de julio de 1975, un nuevo documento ha sido incorporado al sumario. Se trata de una carta firmada por un tal Juan, que afirma ser natural de Marchena, en la se confiesa coautor de los crímenes, junto a una persona directamente relacionada con el cortijo, de la cual afirma que actuó como inductor de las muertes. El comunicante anónimo asegura que percibió por su actuación 10.000 pesetas. La carta, escrita en 1976 y dirigida al entonces alcalde del pueblo sevillano de Paradas, ha sido tomada en cosideración por los investigadores actuales del caso por las notables coincidencias con las conclusiones alcanzadas hace solo unos meses. En la misma se exlican. cómo se desarrollaron los hechos.

Junto con el enigma de dónde pudo haber estado hibernado este documento durante siete largos años, aún no aclarado suficientemente, al menos tres detalles del mismo han movido a los investigadores a aceptar la carta, fechada y matasellada en Zaragoza el 18 de febrero de 1976, como elemento útil a la investigación, al coincidir plenamente con conclusiones alcanzadas en el primer trimestre de 1983, y, que sin ser dadas por definitivas, son las que sustentan actualmente las pesquisas (ver EL PAÍS del 20 de febrero y del 2 de marzo y EL PAÍS SEMANAL del 6 de marzo últimos).El primero de ellos se refiere a que el objetivo de la matanza era una sola de las víctimas: Manuel Zapata, el capataz de la finca, y que las otras cuatro fueron o testigos indiscretos o cadáveres con los que se pretendió complicar el caso: la esposa del encargado, Juana Martín, los tractoristas Ramón Parrilla y José González y la mujer de este último, Asunción Peralta. La segunda de las coincidencias es que al menos dos personas participaron en el traslado del cadáver de la esposa de Zapata. Hasta 1983 se tenía la seguridad de que un único asesino había arrastrado el cuerpo hasta donde sería encontrado por la Guardia Civil.

Y, finalmente, que tanto González como su mujer fueron muertos por disparos de escopeta, cuando durante estos casi ocho años, hasta la exhumación de los cadáveres en enero de 1983, se dio por buena la versión del forense, el cual había apreciado que la muerte de ambos había sido a causa de carbonización, sin otras averiguaciones. Aún cuando el equipo del catedrático de Medicina Legal de Sevilla, doctor Luis Frontela, encargado de las exhumaciones y de los estudios consiguientes, no ha entregado sus conclusiones definitivas al juez, EL PAÍS sabe con total certeza que tanto José González como Asunción Peralta habían sido asesinados por disparos de escopeta antes de que sus cuerpos fueran rociados con gasóleo e incendiados.

Sin que las citadas fuentes consultadas estimen aprovechable el 100% del contenido del anónimo -"ya que contiene algunas inexactitudes notorias y, además, está escrito por la misma mano que envió otros anónimos, incorporados al sumario, que no han sido tomados en consideración, porque aparentemente eran disparatados"- creen que una parte del mismo puede ser utilizada a la hora de tomar declaración nuevamente a personas relacionadas con la vida del cortijo.

En realidad, aún cuando han transcurrido casi ocho años desde que se cometieran los crímenes, el sumario nunca fue sobreseido. Antes al contrario, desde que hace dos años y medio fuera nombrado juez de Marchena Heriberto Asensio, tomó un impulso extraordinario, hasta el punto de rebatir la versión oficial de la Guardia Civil y de la policía gubernativa de Sevilla, curiosamente similares, según las cuales José había dado muerte con una herramienta a Zapata y su esposa, asesinado a tiros a Parrilla e incinerado a Asunción, tras lo cual, o bien tuvo un accidente y se quemó vivo o bien decidió suicidarse autoprendiéndose.

A la vista de las primeras investigaciones del doctor Frontela, tras las exhumaciones, Asensio creyó que, casi ocho después, la Justicia tenía una obligación moral con la familia de los González (repudiada en el pueblo, matratada, tachada de familia de asesinos), e hizo pública la revelación de que José González no había muerto como establecieron las primeras invcs tigaciones policiales, circunstancia que no le exoneraba, en principio, de haber podido tener alguna participación en el complicado crimen múltiple. Sin embargo, bastó a su familia para cambiar el texto de la lápida del nicho donde ahora está enterrado junto a su mujer, tras la exhumación, e incribir un asesinado en el lugar del calificativo muerto (en tal fecha) que seguía, en la nueva lápida, encargada precipitadamente en Sevilla, tras el nombre y los apellidos del tractorista.

Concepción Benjumea, la madre, no dccarta la posibilidad de que su hijo supiera algo o tuviera alguna participación en el caso. "No lo sé. Nadie lo sabe. Nunca podrá saberse porque está muerto, pero me ha servido para quitarme una de las dos penas que me hubieran acompañado hasta la tumba. Afortunadamente ahora solo sufro por su muerte. Se ha hecho justicia a su memoria". El hecho de que José fuese a buscar a Asunción al pueblo a las 15.15 del día de autos, cuando la esposa nunca iba al cortijo y cuando a esa hora había ya tres cadáveres comenzando a pudrirse bajo el agobiante calor de los 49 grados al sol, que no encaja en ninguna hipótesis, no fibra de sospecha a González, a pesar de la confirmación de su asesinato.

La tenacidad de un ahogado sevillano

EL PAÍS estima que no debe de revelar la identidad de la persona a la que acusa directamente el autor de la carta citada al comienzo de este reportaje. La línea de investigación que sigue el juez no descarta la posibilidad de nuevos interrogatorios, incluso de aquellas personas que tuvieron o tienen relación con el cortijo y que ya han declarado, algunas en más de una ocasión. De hecho nunca se han detenido las diligencias. La carta puede ser un argumento más.

El anónimo está dirigido a "José Gómez. Alcalde. Paradas. SeviHa". Se trata de quien entonces Devaba ya sentado veinte años ininterrumpidos en el sillón municipal y que en 1977, con su cese por las elecciones locales, sería nombrado gobernador civil de Huesca, cargo del que sería relevado al ganar los socialistas en los comicios de 1982. El matasellos de Correos es de la misma fecha (18.02.76) y el sobre, tamaño convencional, tiene un sello de tres pesetas con la efigie de Franco.

La carta anónima llegó a manos del juez encargado del caso hace sólo unas semanas. Y ello fue posible gracias a la tenacidad de Manuel Toro, un brillante abogado sevillano de 52 años que asumió de forma casi altruista la defensa de la familia de José González. Toro confiesa haber conseguido el documento, después de numerosas pesquisas, a través de un familiar del propio José Gómez Salvago.

No se duda que el propio Gómez hizo llegar el anónimo a la policía, pero el juez encargado del sumario sólo llegaría a tener conocimiento de la carta a través del abogado Toro, lo que parece confirmar la sospecha, expresada por este último a varias personas, de que podría existir algún sumario paralelo. Gómez Salvago negó en una conversación mantenida con un redactor de EL PAÍS el pasado 16 de febrero en su domicilio sevillano de la calle de Eduardo Dato (de lo que consta testimonio magnetofónico), que hubiera tenido cualquier relación con el caso de Los Galindos después del funeral que se celebró en la iglesia del pueblo a los pocos días de las muertes. Como negó también haber mantenido relación alguna, distinta del Buenos das, buenas tardes, con la familia de los González, cuando se ha podido comprobar que, al menos, les remitió una carta, fechada el 31 de enero de 1978 en Huesca, ya como gobernador civil. Según testimonio de los González, estuvo varias veces en el domicilio de éstos.

En cuanto a las coincidencias entre lo escrito en febrero de 1976 por el anónimo comunicante, que dice ser natural de Marchena y haber puesto la mayor tierra posible de por medio después de cometidos los crímenes, y las conclusiones de la investigación alcanzadas en 1983, fuentes solventes cercanas a éstos señalan que "o bien quien dice llamarse Juan pudo haber acertado algunos detalles importantes de la forma en que nosotros creemos que pudieron llevarse a cabo los crínlenes, por simple deducción, en base a las numerosas informaciones publicadas entonces, ya que su relato no se ajusta a la realidad en otros extremos de la carta, o bien, como parece, la carta podría ser de utilidad en algunos de sus puntos a la hora de nuevas diligencias".

"Confieso para que no se culpe a un inocente"

Si el tal Juan decide escribir esta confesión no es por otra razón, según dice, que la de evitar que se culpe a un inocente (José González) de la muerte de las otras cuatro personas, "ya que también fue muerto a tiros". Para entonces, como queda dicho, los informes oficiales de la Guardia Civil y de la policía de Sevilla habían cargado todas las culpas a González.

Junto con la confesión, el escrito es una amarga reflexión sobre la maldad de su propia acción (afirma merecer la horca por ello) y un acta de arrepentimiento (el autor del texto señala que no sabe si tendrá fuerza moral para sobrellevar su drama el tiempo que le quede de vida).

Según Juan, ala única persona a la que se pretendía matar era al encargado, Manuel Zapata. Los demás fueron testigos indiscretos. Y en el caso de Asunción Peralta, a la que José González fue a buscar desde el cortijo al pueblo a las 15.15 horas (en ese momento había ya tres cadáveres y 49º al sol) para llevarla nuevamente al caserío, donde los dos fueron también asesinados, el anónimo comunicante señala que fue el otro presunto autor de los asesinatos quien ordenó al tractorista en cuestión que fuera a buscar a su esposa.

Como se desprende de la carta anónima, Juan tenía encargado dar muerte a Manuel Zapata. Sin embargo, prosigue, no se decidió a hacerlo, ante lo cual, la persona a la que acusa replicó que ella misma lo haría "porque de mí no se llegará a sospechar nunca". Acto seguido, el anónimo comunicante afirma haber golpeado mortalmente a Juana Martín y, con ayuda de aquél, haber trasladado su cadáver hasta una de las habitaciones de la vivienda de los encargados. Posteriormente, Juan dio muerte a tiros a Ramón Parrilla un tractorista que en ese momento se acercaba al caserío del cortijo transportando una pipa o depósito con agua potable desde otro cortijo cercano.

Según este documento, la mis ma persona que dio muerte a Zapata asesinó a tiros a José González y a Asunción Peralta cuando llegaron a la finca desde el pueblo de Paradas. Entre ambos transportaron los cuerpos a lo alto de un pajar anexo a las edificaciones, y, tras rociar con gasóleo las pacas amontonadas, las prendieron fuego. Cuando se logró dominar el incendio aparecieron completamente calcinados los dos cadáveres. Hasta que a finales del pasado mes de enero fueran exhumados los cuerpos, la versión oficial, apoyada en la certificación del forense, era que los González habían muerto carbonizados.

Posible móvil económico

Junto con la revelación, siete años antes, de que González y Asunción murieron por disparos de escopeta, se aseguraba ya en esta carta, (no se olvide que está escrita en 1976), que fueron dos las personas que transportaron el cadáver de Juana Martín, otra de las conclusiones establecida como definitiva hace sólo unos meses, ya que durante estos años se dio por descontado -y más en la investigación oficial de la Guardia Civil y del Cuerpo Superior de Policía de Sevilla- que fue una sola persona la que había arrastrado el cuerpo de la esposa del capataz.

Fuentes de toda solvencia relacionadas con el caso no ocultan la extrema dificultad de resolverlo en breve espacio de tiempo, tras los casi ocho años transcurridos y las deficiencias y errores decisivos en las diligencias iniciales, además del error policial subsanado con el tiempo. La casi segura posibilidad de que los componentes de la 271 promoción de jueces, a la que pertenece Heriberto Asensio, asciendan a magistrados este verano, antes de cumplir los tres años establecidos legalmente (diciembre de 1983), puede influir igualmente en el sumario, ya que, al parecer, el citado juez podría adoptar la decisión de sobreseerlo provisionalmente en el caso de que no encuentre indicios suficientes como para procesar a los principales sospechosos.

Esta decisión podría estar condicionada a los resultados completos de las investigaciones que ya tiene concluidas el equipo del doctor Frontela y que aún no han sido estudiadas por el juez ante el agobio que para éste representan las elecciones municipales y autonómicas en la comarca de la que es cabecera judicial Marcherta y que comprende además los pueblos cercanos de El Arahal y Paradas. Se pretende además hacer una reconstrucción de los hechos en el mismo cortijo en fecha próxima.

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