miércoles, 27 de marzo de 2013

La Guardia Civil sólo tenía indicios hasta que Ferrándiz confesó


Las declaraciones de los agentes de la Guardia Civil que participaron en las investigaciones por los cinco crímenes cometidos en Castellón entre julio de 1995 y septiembre de 1996 ponen de manifiesto que no tenían pruebas contra Joaquín Ferrándiz hasta que éste decidió confesarse autor de los asesinatos. Los investigadores tenían indicios y datos que apuntaban al procesado, que está siendo juzgado en la Audiencia de Castellón, pero no pruebas. Comenzaron a vigilar al acusado como sospechoso sólo de uno de los asesinatos.

En el primero de los crímenes, el de Sonia Rubio, los agentes de la Guardia Civil desplazados desde Madrid para la investigación comenzaron a fijarse en Ferrándiz por una conversación ajena a las pesquisas tanto de la policía como del propio instituto armado. A consecuencia de la agresión que Ferrándiz protagonizó en febrero de 1998, cuando golpeó a una joven que logró escapar de él, a partir de mayo se procedió al seguimiento de los pasos del entonces sólo sospechoso de la muerte de Sonia Rubio.A continuación se le "marcó" también como posible autor del crimen contra Amelia Sandra García, aunque, igualmente, sin pruebas, según el testimonio de uno de los 10 guardias civiles que declararon ayer. El seguimiento se sucedió hasta julio, cuando Ferrándiz fue detenido tras deshinchar la rueda del coche de una joven que tuvo un accidente, hecho que el fiscal califica como un asesinato en grado de tentativa.

Sin embargo, tanto en el seguimiento efectuado por la Guardia Civil como en las investigaciones que se realizaron una vez Ferrándiz ingresó en prisión, no se obtuvo ninguna prueba contundente que permitiera acusarle de las muertes. Incluso hasta julio de 1998 ni siquiera se sospechó que el triple crimen de Vora Riu hubiera podido ser cometido por la misma persona que los anteriores, entre otras cosas, porque entonces existía una persona detenida y ahora exculpada. De las similitudes de los cinco casos y tras la intervención del criminólogo Vicente Garrido, quien efectuó un informe psicológico de investigación criminal, se dedujo que el autor podía ser el mismo en todos los crímenes. Pero se seguía sin tener pruebas.

El único elemento para mantener la acusación de Ferrándiz como supuesto autor de la muerte de Sonia Rubio se sostenía sobre un rollo de cinta de embalar que la guardia civil halló en casa del acusado cuando efectuó un registro. La profesora de inglés había sido amordazada tres años antes, cuando desapareció, con una cinta corriente y sin características específicas, como la que se encontró en casa de Ferrándiz.

En el juicio también declaró ayer la joven que fue agredida por éste en febrero de 1998, agresión por la que el fiscal y la representación de la víctima solicitan penas por asesinato en grado de tentativa y detención ilegal. Fue a raíz de esta acción cuando comenzaron las sospechas contra Ferrándiz. En su declaración, la joven varió su testimonio ya que, mientras que ante la policía dijo haber sido víctima de un intento de violación, ayer afirmó que el acusado intentó matarla. En cualquier caso, con el vehículo del autor de la agresión identificado como el de Ferrándiz y la denuncia interpuesta por la joven, la policía ni le mostró una foto a la víctima para que tratara de identificar a su agresor ni efectuó una rueda de reconocimiento, además de dejar que el acusado, que acudió a comisaría y negó el ataque, se marchara a casa sin tomarle siquiera declaración.

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