miércoles, 27 de marzo de 2013

Ejemplar de día, criminal de noche La doble vida de Joaquín Ferrándiz, juzgado por el asesinato de cinco mujeres


Servicial, trabajador, puntual, amable, cariñoso, detallista, simpático, meticuloso. Un empleado ejemplar. Los amigos y conocidos de Joaquín Ferrándiz todavía siguen sin escatimar adjetivos para definir su comportamiento y forma de ser. Mirada sádica y mandíbula desencajada fueron los términos empleados por uno de los guardias civiles que participaron en el seguimiento de ese ciudadano Ferrándiz que, al menos durante cinco madrugadas, se convirtió en un criminal.Joaquín Ferrándiz ha presenciado, impasible, las ocho sesiones del juicio al que está siendo sometido por la muerte de cinco mujeres de las que él mismo se confesó autor. Quizá por ello, por su autoinculpación, la presentación de pruebas está pasando de puntillas por la sección II de la Audiencia Provincial de Castellón para dar entrada a otros dos grandes temas sobre los que preguntar y debatir: la posible psicopatía de Ferrándiz y la probable responsabilidad del Estado al no ejercer correctamente la vigilancia a la que habría de haber estado sometido, debido a que se encontraba en libertad condicional cuando cometió los cinco crímenes.

Dicen que Joaquín Ferrándiz, que cumplirá 36 años en las mismas fechas en las que se estará decidiendo su futuro, es un psicópata. Dicen que no es que tenga una doble personalidad sino una doble vida, puesto que se trata de una psicopatía que se desarrolla en un contexto normalizado, en un individuo integrado en el mundo social con rasgos de comportamiento tamizados que no precisan de la rebeldía visible para llevar a cabo sus propósitos.

Dicen sus amigos que en Ferrándiz sobresalía la caballerosidad para con las mujeres. Era él el máximo protector de las chicas de la "pandilla" y de sus propias novias a las que no permitía que volvieran solas a casa, a altas horas de la madrugada. Bien sabía de lo que algunos son capaces de hacer.

Pero cuando se quedaba sólo, Ferrándiz se transformaba. Siempre era el último en abandonar los bares y discotecas de moda, hecho sobre el que sus amigos no veían nada de anormal sino la simple decisión de aprovechar la noche "a tope". Entonces, Ferrándiz se mantenía expectante. Desde algún punto estratégico del local en el que se encontrara, miraba atento los movimientos de todos los de su alrededor. Después, desde su vehículo, seguía a las chicas que volvían a sus casas o presenciaba las despedidas de los novios en los portales de los edificios. Lo que nunca se sabrá es si su única intención era la de ejercer, una vez más, sus ansias de vigilante-protector o iba más allá y lo que buscaba era nuevas víctimas.

Dicen que los psicópatas de este tipo son incapaces de asumir sus errores y que, en los ciclos en los que se muestran violentos, son crueles y agresivos. Sin embargo, no todos "necesitan" infringir la ley y les basta con ser manipuladores, explotadores o tiranos, aunque éste no es el caso de Ferrándiz. Lo que tampoco se ha determinado, por el momento, es el instante en el que la psicopatía se "instala" en el cerebro humano. ¿Se nace o se hace?

¿Negligencia del Estado?

El caso es que otro de los grandes temas que centran el juicio contra Joaquín Ferrándiz es la posible negligencia del Estado en la vigilancia de su libertad condicional y la necesidad de que, en adelante, el futuro condenado sea sometido a tratamiento psiquiátrico ante su improbable reinserción y el hecho de que ya hubo una vez en la que logró engañar a psicólogos, educadores, asistentes sociales y criminólogos. De los testimonios expuestos hasta el momento, los propios encargados de efectuar el control sobre los liberados condicionales han admitido la carencia de recursos, humanos y materiales, para que este control sea efectivo. La única diferencia entre el Ferrándiz en libertad condicional y cualquier otro ciudadano era que el acusado tenía que someterse a una entrevista durante tres o cuatro minutos una vez al mes. Con un coeficiente intelectual que ronda el 120, como en el caso de Ferrándiz, fácil resulta percatarse de que semejante seguimiento resulta absolutamente superable.

Quizá no le resulte tan fácil el sometimiento a un tratamiento, que se aplica en algunas cárceles para delincuentes sexuales o peligrosos, en el que se trabajan cuatro líneas fundamentales. La primera de ellas consiste en el aprendizaje de la conexión entre su comportamiento y las consecuencias de éste. El básico causa-efecto. La segunda trata de desarrollar su mundo emocional con el objetivo de eliminar su incapacidad para comprender el sentimiento ajeno. Con la tercera, se pretende que desaparezca el trato manipulativo al que los psicópatas someten al resto del mundo. Y, por último, la cuarta y más difícil, que es la de hacerlos capaces de realizar una autocrítica y un análisis realista de sus actos.

Además de la muerte de cinco mujeres, Ferrándiz es acusado de otras dos agresiones que no admite. El porqué tampoco será descubierto y quedará entre varias opciones. Fueron dos errores que su vanidad no puede admitir. Fue la imprudencia o es que, al menos en el último caso, quiso llevar su caballerosidad hasta el límite.

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