miércoles, 20 de marzo de 2013

Jack el Destripador resucita en Lisboa


La policía lisboeta afirma estar sobre la pista de este asesino que ya ha matado al menos a tres mujeres de la calle, pero teme que el psicópata ataque de nuevo, a pesar de que ha sido reforzada la vigilancia sobre las zonas calientes de la capital portuguesa. Varios medios de comunicación han recibido llamadas de presuntos psicópatas que aseguran haber matado ya a siete prostitutas y anuncian la ejecución de otras cinco. Hasta la fecha han sido encontrados cinco cadáveres de prostitutas asesinadas en los alrededores de Lisboa, y la prensa sensacionalista atribuye todos estos crímenes al carnicero, mientras que la policía piensa que sólo tres tuvieron el mismo autor.Todas las víctimas eran prostitutas, con edades comprendidas entre los 20 y los 27 años, que trabajaban solas, subiendo al coche del cliente para ejecutar el servicio. Todas eran también consumidoras de heroína y dos de ellas padecían sida en fase terminal.

La historia del destripador de Lisboa saltó a la primera página de los periódicos a mediados de marzo, cuando fue descubierto el cadáver de María Joao, de 27 años, que solía esperar a los clientes junto a un supermercado en Póvoa de Sao Adriao, una barriada dormitorio al norte de Lisboa. Había sido golpeada y estrangulada, y el cadáver, desnudo, presentaba un corte de 45 centímetros de largo hecho con un objeto cortante que no era un cuchillo, según el forense. Este detalle relacionó este crimen con el asesinato de otra prostituta acontecido nueve meses antes, prácticamente en el mismo lugar. Valentina, de 22 años, había sido destripada de la misma forma con un cuello de botella roto. La tercera víctima del carnicero fue hallada en enero cerca de un recinto de diversiones del centro de Lisboa: otra prostituta, de 24 años. Otros dos cadáveres de prostitutas fueron encontrados en noviembre y febrero cerca de dos localidades al sur del Tajo que dependen del juzgado de Setúbal. Las víctimas, que trabajaban en Lisboa y eran heroinómanas, fueron violadas antes de ser estranguladas, pero no mutiladas, como las otras tres. Esta circunstancia y el hecho de haber sido transportadas ya muertas al sitio donde estaban los cadáveres -lo que hace suponer que el asesino no actuó solo- lleva a la policía a pensar que se trata de casos diferentes.

Esta serie de crímenes, sin precedentes en Portugal, provoca polémicas y especulaciones. Se hablé de crímenes rituales relacionados con ritos satánicos y también de posibles acciones de limpieza de los cabezas rapadas. Las prostitutas, al borde del ataque de nervios, se quejan de la falta de protección, y hay quien defiende la creación en Lisboa de una zona roja donde el comercio de la carne pueda ejercerse en condiciones mínimas de higiene y seguridad.

Según las propias prostitutas, el asesino puede querer vengarse por haber sido contaminado de sida por una de ellas. Los psicólogos no se ponen de acuerdo. Dicen que el destripador no es un "justiciero" que ejecuta fríamente a sus víctimas, sino un sádico y un perverso sexual que goza torturando y matando, y se siente revalorizado por el terror que inspiran sus actos macabros.

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