domingo, 17 de marzo de 2013

El "destripador de Yorkshire" es un misógino


Probablemente, el próximo viernes concluirá el proceso que se sigue en el Tribunal Criminal Central de Londres, Old Bailey, contra Peter Sutcliffe, el destripador de Yorkshire. Para ese día se espera que los doce miembros del jurado decidan si Sutcliffe es responsable de trece asesinatos y de otros siete intentos fracasados. Hasta ahora se había pensado que el destripador podría ser un esquizofrénico paranoico, pero, según el psiquiatra Hugo Milne, varias declaraciones de Peter Sutcliffe atestiguan que el odio que el acusado pretende manifestar con respecto a las prostitutas es, de hecho, un sentimiento contra todo el género femenino.

«¿Piensa usted que está loco?», le preguntó, el martes, a Peter Sutcliffe, el destripador de Yorkshire, su abogado. «No», contestó. «¿Piensa usted que pasará menos tiempo encerrado si la gente considera que tiene problemas mentales?» «No, si yo pensara esto, tendría una enfermedad mental», respondió Sutcliffe con calma. Está engañando a sus acusadores o psiquiatras.La pasada semana, segunda del proceso, Peter Stitcliffe compareció por vez primera como testigo en el juicio que contra él se celebra en el Old Bailey, el Tribunal Criminal Central en Londres. El destripador se ha confesado no culpable del asesinato de trece mujeres, pero sí de homicidio con atenuante, por deficiencia mental, y culpable de siete intentos de asesinato, fechorías cometidas todas en el norte de Inglaterra, entre julio de 1975 y noviembre de 1980.

La cuestión de su locura, que si fuera verdad significaría diez años de reclusión y no treinta, es algo que tiene que decidir el jurado compuesto por seis mujeres y seis hombres, que a diario se sientan en la sala número 1 del Old Bailey. Allí, a la vista de todo el mundo, están los instrumentos (martillos, cuchillos, sierras) que Sutcliffe utilizó para cometer sus atrocidades pero, sobre todo, resalta ese horrible destornillador afilado que tantas veces utilizó. Quizá por estas pruebas tan evidentes nadie siente compasión. Sutcliffe no da pena. En la galería de Prensa, 83 periodistas se afanan en recoger todo lo que allí se dice, mientras, en la pequeña galería para visitantes, se encuentran el padre de Jacqueline Hill, la última víctima del destripador, o la esposa de Sutcliffe, Sonia. Ella y su marido nunca se miran a la cara.

Poco expresivo

Salvo cuando habla, Sutcliffe permanece impasible, sin expresión y con la mirada fija. Aunque pálido, no se suele poner nervioso. La excepción fue el no que se le escapó de la garganta cuando se sugirió que podría haber tenido relaciones sexuales con sus víctimas. Este hombre, aparentemente frío y con control de sí mismo, camionero y de 34 años de edad, podría ser un esquizofrénico paranoico. A los diecinueve o veinte años de edad, cuenta, cuando estaba trabajando como sepulturero en el cementerio de Bingley, oyó unas voces, «la voz de Dios», y lo que los psiquiatras llaman una experiencia primaria, que al principio no entendió, pero que con el tiempo fue aclarándose. «Dios me dijo que las prostitutas eran la escoria de la tierra y que había que acabar con ellas», confesó Sutcliffe, no a la policía, sino a los psiquiatras. El destripador ha señalado que no mataba por placer ni odiaba a las prostitutas, aunque sus dos primeros crímenes fueron cometidos antes de saber de esa «misión divina ». También ha hablado de sus relaciones con Sonia, de sus celos y de cómo, tras una disputa, se fue en busca de una prostituta, que le engañó.

Según Hugo Milne, uno de los psiquiatras que han estado prestando declaración como testigos, Sutcliffe tiene un coeficiente de inteligencia superior al normal, es astuto, inteligente y articulado, y, aunque parece que ha sufrido de esquizofrenia paranoica durante más de catorce años, mostrando diecinueve de los síntomas de esta enfermedad, podría estar mintiendo. Algo similar declaró el doctor Malcom MacCulloch, que afirmó que Sutcliffe creía poder leer el pensamiento de sus víctimas.

El fiscal general, Michael Havers, intenta deshacer el argumento de la defensa, pues seis de las trece víctimas no eran prostitutas. «no», replicó el destripador, «sabía cuando lo hice que cada una de ellas era una prostituta. También ha levantado sospechas en el fiscal general el hecho de que Sonia padeciera también de esquizofrenia desde 1972, creyendo ser el segundo Cristo. ¿No habría podido Sutcliffe inspirarse en los síntomas de su mujer? Los psiquiatras no están de acuerdo sobre este tema.

Las prostitutas organizadas en el Colectivo Inglés fueron las protagonistas de una pequeña manifestación la semana anterior, quejándose de que tanto la policía, la Prensa y el fiscal, Michael Havers, parecían marcar una diferencia entre las mujeres que hacen de su cuerpo un comercio y las otras. Parece como si la muerte de prostitutas conmoviera menos que la de inocentes.

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