LA muerte de una decena de prostitutas en la provincia de Almería entre 1989 y 1996 dejó siempre en el aire la terrible sospecha de que en esos años existiera en Almería un asesino en serie, incluso que el misterioso criminal siga aún viviendo en la provincia. Las dudas sobre esta posibilidad a pesar del tiempo transcurrido no están totalmente despejadas. Existen una serie de coincidencias, admitidas entonces tanto por la Policía como por la Guardia Civil que alimentadas por una serie de determinados componentes permiten sostener la teoría sobre un asesino serial que durante más de quince años ha campado a sus anchas entre los almerienses. ¿Sabe alguien algo?
Uno de los datos más significativos, que retrataban a este "Jack El Destripador" fue, que todas las prostitutas asesinadas eran muchachas muy jóvenes de una edad similar, procedentes de un ambiente marginal que fueron asfixiadas y estranguladas y en muchos de los casos sus cuerpos aparecieron desnudos al aire libre alejado de núcleos urbanos. Lo cierto es que tal vez por una mala o imperfecta investigación policial, falta de constancia o la falta de una mayor presión social, una decena de personas han muerto violentamente sin que se les haya hecho justicia. Todas estas infortunadas víctimas carecían en su mayoría de un profundo arraigo familiar. Quizás faltó profesionalidad o ese punto de insistencia que acuciara a la justicia a encontrar a los culpables. A pesar de todos estos años transcurridos, la identidad de este asesino o asesinos sigue siendo una incógnita. Muchachas jóvenes, unidas en común por el desarraigo, condenadas por la sociedad y refugiadas en el marco de la droga y la prostitución.
Hay demasiadas coincidencias en estos crímenes, que no han pasado por alto a los investigadores. Los primeros casos, llegaron a crear cierta psicosis entre este colectivo de mujeres. Algunos investigadores sostienen la teoría, que si no todas, en cuatro o cinco casos el autor ha podido ser la misma persona.
Todas ellas tienen elementos comunes. Ser drogodependientes, morir estranguladas, a golpes y aparecer totalmente desnudas en lugares un tanto solitarios.
Lo cierto es que poca o escasa resonancia han tenido estas muertes, salvo en los primeros días de conocerse, ya que a las semanas, los casos quedaban sino archivados definitivamente, sí al menos "olvidados".
Unas veces por una mala investigación y falta de constancia, otras por la falta de presión social y en todos los casos porque las víctimas carecían de un mayor arraigo familiar que acuciara a la justicia a encontrar al culpable o culpables, los asesinos de estas pobres muchachas siguen en libertad. El perfil de su depredador fue definido como un conductor seguramente profesional que elegía a estas mujeres que ejercían la prostitución en la zona del Zapillo y el barrio de la Pescadería. Después de que se subieran a su vehículo, seguía su caminar por la carretera nacional 340, se paraba en un determinado punto o se desviaba de la carretera, tras forzarlas sexualmente, las estrangulaba, las desnudaba totalmente y las arrojaba por barrancos próximos a la carretera. El informe que en su día efectuó la Guardia Civil en lo que se llamó operación Indalo, referente a las prostitutas muertas en demarcación de la Benemérita se describen a todas las víctimas, como morenas, desnudas, bajas de estatura. Estrangulada". Diez años después del último crimen, los investigadores supieron de la detención de Volker Eckert, camionero alemán y asesino confeso de al menos cinco prostitutas, tres de ellas en Cataluña. También se supo que Eckert viajó por toda España al volante de su camión, y que cruzó carreteras de Euskadi, Cataluña, Levante y Almería. No fue la primera vez que las fuerzas de seguridad trabajaron con la hipótesis de que fuese un camionero el autor de al menos cinco de estos crímenes en la provincia de Almería. "Cogía a las chicas de noche, preferentemente en sábado o domingo. Luego. Una vez violadas y asesinadas las tiraba a barrancos cercanos a la carretera", recuerda uno de los inspectores del Grupo de Homicidios de la Policía Judicial de la Comisaría de Almería. Son crímenes impunes. Unas muertes que son recordadas solo cada vez que ocurre un hecho luctuoso de idéntica magnitud. La investigación a fondo de las muertes de las prostitutas de Almería- en su momento noticia de amplia proyección nacional- salvo los primeros días de ser cruel actualidad no tardaron mucho tiempo en quedar los casos si no archivados, si al menos olvidados.
6 Agosto de 1989. ASESINO CUIDADOSO
María del Carmen Heredia Alameda tenia 24 años medía 1´50 de estatura. Morena y de abundante pelo Negro. Su cuerpo apareció desnudo en el arcén de la carretera nacional 342, dentro del término municipal de Vélez Rubio. El cadáver ya en avanzado estado de descomposición como consecuencia de las altas temperaturas presentaba un extenso hematoma en el cuello. Fue descubierto a primeras horas de la mañana de un caluroso día por un pastor cuando se dirigía con su ganado a unos pastos cercanos.
La versión oficial facilitada entonces a los medios de comunicación hablaba de una muerte por sobredosis o adulteración de drogas y que alguien- conocido o amigo de la victima- se llevó el cadáver lejos para deshacerse del cuerpo. Fue estrangulada, según se comentó tras conocerse los resultados de la autopsia. La muchacha, ejercía la prostitución en la barriada del Zapillo. Posiblemente, incluso llegara a conocer a su asesino o asesinos, que intentaron borrar pistas desplazando el cadáver hasta unos 150 kilómetros de la capital.
28 agosto de 1989. MUERTE EN EL BELLO RINCON
María del Carmen Sandmeyer Ramón. Murió a los veinte años. Morena y de pelo negro tenía 1,60 de estatura. Como la anterior víctima ejercía también la prostitución en la barriada del Zapillo. Y como en el caso anterior su cuerpo estaba desnudo. El cadáver de la infeliz muchacha fue visto por una pareja de recién casados de nacionalidad francesa sobre las 11 de la mañana, cuando hacían fotografías del paisaje en la zona del Bello Rincón, en la carretera de Aguadulce.
El cuerpo inmóvil estaba tirado, boca arriba sobre las piedras de los acantilados. Tenía un hematoma en el cuello y fue arrojada desde la carretera por sus asesinos. Dado el difícil acceso, la Unidad de Salvamento del parque contra incendios de Almería tuvo que intervenir para poder rescatar el cadáver.
María del Carmen Sandmeyer, soltera y sin residencia fija, era hija de un alemán, Peter Sandmeyer relacionado con el mundo del narcotráfico. La muerte le sobrevino por estrangulamiento. En un plazo de veinte días, dos chicas jóvenes, altamente conocidas en el mundo de la prostitución en la zona del Zapillo habían muerto violentamente. Hubo una gran desbandada de mujeres practicantes de este oficio, creándose una situación de pánico entre las prostitutas, que según ellas el autor de los crímenes debía de ser alguno de los clientes habituales de la zona.
21 octubre de 1989. EL CASO DEL ZAPATO ROJO
Un pastor de Purchena descubre el cadáver de una mujer sin identificar y con signos externos de violencia. La autopsia reveló que la muerte ocurrió uno o dos meses antes. El cuerpo de ésta persona, que no llegó nunca a ser identificada fue hallado por el chatarrero de Tíjola, en una zona conocida como Las Terreras de la Campana, a unos cuatro kilómetros del pueblo.
El pastor, Ángel Machado Sánchez, descubrió el cuerpo sin vida en una gran bolsa de plástico cuyos pies asomaban al exterior. Se estimó en fuentes de la investigación que la mujer podría tener entre los 25 y 30 años. Vestía una blusa y pantalón de pana y zapatos rojos. En esas fechas no se habían producido denuncias de desaparición de muchachas en las localidades limítrofes. Se especuló con que se tratase de un homicidio. El caso fue cerrado por el juzgado de instrucción número 1 de Huércal Overa. La impresión es que el cadáver de la infortunada muchacha fue trasladado por una o mas personas, enterrándolo en el lecho de una rambla próxima y que como consecuencia de las lluvias caídas por esas fechas, fuese desenterrado como consecuencia de las torrentosas riadas.
6 octubre de 1991. EN LA CHARCA DE LA GUARRA
Aparece en el paraje de la Charca de la Guarra, en la zona de Punta Entinas en el término municipal de Roquetas de Mar, el cadáver de una mujer joven, en avanzado estado de putrefacción. Por el examen antropológico se determinó que la victima media en torno al 1´60 de estatura. Al principio se especuló que podría tratarse de la enfermera británica Alexandra Lily Lye desaparecida dos meses antes el 30 de agosto de 1991.
Una prueba pericial realizada en la dentadura del cadáver, rechazaba que pudiese tratarse de la misma persona. El cuerpo estaba semi desnudo, llevaba solo el sujetador y presentaba un golpe en la base del cráneo.
En aquella ocasión una vez descartado que fuese la enfermera británica, los padres de la joven Isabel Nieto Rubio, desaparecida desde el 2 de marzo de 1990 y que no tiene que ver en absoluto con las prostitutas asesinadas, especularon que el cadáver encontrado podría ser el de su hija, basándose en una serie de datos antropológicos coincidentes. Isabel Nieto tenía 23 años cuando desapareció. Sin embargo no se trataba de la misma persona.
lunes, 1 de julio de 2013
el asesino en serie de almeria
LA muerte de una decena de prostitutas en la provincia de Almería entre 1989 y 1996 dejó siempre en el aire la terrible sospecha de que en esos años existiera en Almería un asesino en serie, incluso que el misterioso criminal siga aún viviendo en la provincia. Las dudas sobre esta posibilidad a pesar del tiempo transcurrido no están totalmente despejadas. Existen una serie de coincidencias, admitidas entonces tanto por la Policía como por la Guardia Civil que alimentadas por una serie de determinados componentes permiten sostener la teoría sobre un asesino serial que durante ocho años ha campado a sus anchas entre los almerienses. ¿Sabe alguien algo?
Uno de los datos más significativos, que retrataban a este "Jack El Destripador" fue, que todas las prostitutas asesinadas eran muchachas muy jóvenes de una edad similar, procedentes de un ambiente marginal que fueron asfixiadas y estranguladas y en muchos de los casos sus cuerpos aparecieron desnudos al aire libre alejado de núcleos urbanos. Lo cierto es que tal vez por una mala o imperfecta investigación policial, falta de constancia o la falta de una mayor presión social, una decena de personas han muerto violentamente sin que se les haya hecho justicia. Todas estas infortunadas víctimas carecían en su mayoría de un profundo arraigo familiar. Quizás faltó profesionalidad o ese punto de insistencia que acuciara a la justicia a encontrar a los culpables. A pesar de todos estos años transcurridos, la identidad de este asesino o asesinos sigue siendo una incógnita.
La cadena de prostitutas asesinadas durante los años 1989, 1992 y 1993 fueron los más llamativos en cuanto a número de casos. Hubo dos y tres asesinatos en cada uno de estos años y entre los restantes, una escasa separación de tres y seis meses. Oficialmente nunca hubo detenidos pese a que cada de uno de los crímenes fueron exhaustivamente investigados y rastreados casi medio centenar de sospechosos.
Solo en 1992, tras el asesinato de María Jesús Muñoz el 6 de octubre cuyo cadáver apareció una mañana con el cuello roto estrangulada sobre un talud a la entrada de Almerimar y el descubrimiento tres meses más tarde el 21 de julio de unos restos de mujer calcinados en un vertedero de El Ejido, fue entonces cuando las autoridades admitieron tímidamente la posibilidad de que el autor en ambos casos podría ser la misma persona
Entre los casos pendientes figura la muerte de Carmen Heredia de 26 años hallada el 6 de agosto de 1989 en una rambla de Vélez Rubio. Otra joven y sin identificar apareció en Purchena en una acequia dentro de una bolsa de plástico. Fue localizada por un pastor el 21 de octubre de 1989. Dos años más tarde el 6 de octubre de 1991 fue localizado el cadáver de otra muchacha en Punta Entinas con todas las trazas de ser la enfermera británica desaparecida sin rastro en agosto de ese mismo año, pero un informe médico británico- basado en su dentadura-rechazó que se tratase de la misma persona.
Sobre el tema del asesino serial, se habló mucho a principios de la década de los años noventa en el que transcurrieron prácticamente todos los casos. Entre el colectivo de prostitutas hubo una autentica psicosis. Fueron muchísimas las que aterrorizadas y en desbandada abandonaron Almería.
Algunos datos y matriculas de coches de ocasionales clientes fueron facilitados por las propias amigas de las victimas o sus proxenetas a la Policía o Guardia Civil. Hubo un sospechoso en la zona de Poniente al cual la Policía lo estuvo controlando discretamente durante cierto tiempo aunque finalmente no se le pudo detener al carecer de pruebas o indicios sólidos de que esta persona fuese realmente el asesino que se buscaba. A golpes o asfixiadas. Así al menos fallecieron casi la totalidad de estas mujeres. Su autor o autores provocaron la muerte por contacto directo con sus víctimas. Nunca sus criminales utilizaron armas de fuego.
Se dice que estos asesinos seriales, desde el punto de vista criminológico suelen reincidir como mínimo en tres oportunidades y con un cierto intervalo de tiempo entre cada uno de los asesinatos. En los casos ocurridos en Almería se contempla este dato. La hipótesis de un asesino en serie en la provincia no es nueva. Desde siempre en círculos cercanos a las investigaciones y de modo confidencial se ha mantenido que si no en todos los asesinatos, al menos en cuatro o cinco casos el autor de estos hechos ha podido ser la misma persona.
Hasta enero de 1993 no se produjo un nuevo crimen. Los medios de comunicación lo contabilizaron como la séptima víctima del asesino de las prostitutas. El 25 de enero, una ciudadana se dio de bruces en una playa de Aguadulce con el cadáver de Maria Leal. Su cuerpo apareció desnudo entre unos cañaverales. La joven tenía solo 22 años, y se encontraba embarazada. Un fuerte golpe le había roto el cráneo. Al parecer la muchacha fue recogida en un coche por alguien en la zona del Parque donde solía situarse buscando clientes.
No habían pasado seis meses y el 5 de julio un agricultor encontró en Cuatro Vientos (El Ejido) el cadáver de Khadija Monsar una marroquí de 25 años que trabajó en un club de alterne de Pampanico. Como en el caso anterior, el cuerpo estaba semidesnudo solo con el sujetador y la boca tapada con una gruesa y ancha cinta aislante. Tenía hematomas en el cuello y señales inequívocas de haber sido estrangulada.
Hubo dos casos más. Otra joven holandesa, de origen magrebí, Nadia Hach Amar de 22 años apareció desnuda y estrangulada a espaldas del campo de fútbol de Los Ángeles la mañana del 2 de agosto de 1994 y aunque hubo algunos arrestos relacionados con el crimen, su verdadero autor no fue detenido.
Y cerró el terrible ciclo, la muerte de Aurora Amador. Su cadáver fue localizado en la playa del Palmer entre unos acantilados. Desnuda y con el cuello partido, estrangulada como todos los casos anteriores. Vivía en la barriada de la Hoya y solía ejercer la prostitución en la zona del Zapillo y parque de Nicolás Salmerón.
Son crímenes impunes. Unas muertes que son recordadas solo cada vez que ocurre un hecho luctuoso de idéntica magnitud. Han sido diez mujeres muertas en extrañas y violentas circunstancias víctimas de seres desequilibrados. Muchachas unidas en común por el desarraigo, condenadas por la sociedad y refugiadas en el marco de la droga y la prostitución. La investigación a fondo de las muertes de las prostitutas de Almería- en su momento noticia de amplia proyección nacional- salvo los primeros días de ser cruel actualidad no tardaron mucho tiempo en quedar los casos si no archivados, si al menos olvidados.
Uno de los datos más significativos, que retrataban a este "Jack El Destripador" fue, que todas las prostitutas asesinadas eran muchachas muy jóvenes de una edad similar, procedentes de un ambiente marginal que fueron asfixiadas y estranguladas y en muchos de los casos sus cuerpos aparecieron desnudos al aire libre alejado de núcleos urbanos. Lo cierto es que tal vez por una mala o imperfecta investigación policial, falta de constancia o la falta de una mayor presión social, una decena de personas han muerto violentamente sin que se les haya hecho justicia. Todas estas infortunadas víctimas carecían en su mayoría de un profundo arraigo familiar. Quizás faltó profesionalidad o ese punto de insistencia que acuciara a la justicia a encontrar a los culpables. A pesar de todos estos años transcurridos, la identidad de este asesino o asesinos sigue siendo una incógnita.
La cadena de prostitutas asesinadas durante los años 1989, 1992 y 1993 fueron los más llamativos en cuanto a número de casos. Hubo dos y tres asesinatos en cada uno de estos años y entre los restantes, una escasa separación de tres y seis meses. Oficialmente nunca hubo detenidos pese a que cada de uno de los crímenes fueron exhaustivamente investigados y rastreados casi medio centenar de sospechosos.
Solo en 1992, tras el asesinato de María Jesús Muñoz el 6 de octubre cuyo cadáver apareció una mañana con el cuello roto estrangulada sobre un talud a la entrada de Almerimar y el descubrimiento tres meses más tarde el 21 de julio de unos restos de mujer calcinados en un vertedero de El Ejido, fue entonces cuando las autoridades admitieron tímidamente la posibilidad de que el autor en ambos casos podría ser la misma persona
Entre los casos pendientes figura la muerte de Carmen Heredia de 26 años hallada el 6 de agosto de 1989 en una rambla de Vélez Rubio. Otra joven y sin identificar apareció en Purchena en una acequia dentro de una bolsa de plástico. Fue localizada por un pastor el 21 de octubre de 1989. Dos años más tarde el 6 de octubre de 1991 fue localizado el cadáver de otra muchacha en Punta Entinas con todas las trazas de ser la enfermera británica desaparecida sin rastro en agosto de ese mismo año, pero un informe médico británico- basado en su dentadura-rechazó que se tratase de la misma persona.
Sobre el tema del asesino serial, se habló mucho a principios de la década de los años noventa en el que transcurrieron prácticamente todos los casos. Entre el colectivo de prostitutas hubo una autentica psicosis. Fueron muchísimas las que aterrorizadas y en desbandada abandonaron Almería.
Algunos datos y matriculas de coches de ocasionales clientes fueron facilitados por las propias amigas de las victimas o sus proxenetas a la Policía o Guardia Civil. Hubo un sospechoso en la zona de Poniente al cual la Policía lo estuvo controlando discretamente durante cierto tiempo aunque finalmente no se le pudo detener al carecer de pruebas o indicios sólidos de que esta persona fuese realmente el asesino que se buscaba. A golpes o asfixiadas. Así al menos fallecieron casi la totalidad de estas mujeres. Su autor o autores provocaron la muerte por contacto directo con sus víctimas. Nunca sus criminales utilizaron armas de fuego.
Se dice que estos asesinos seriales, desde el punto de vista criminológico suelen reincidir como mínimo en tres oportunidades y con un cierto intervalo de tiempo entre cada uno de los asesinatos. En los casos ocurridos en Almería se contempla este dato. La hipótesis de un asesino en serie en la provincia no es nueva. Desde siempre en círculos cercanos a las investigaciones y de modo confidencial se ha mantenido que si no en todos los asesinatos, al menos en cuatro o cinco casos el autor de estos hechos ha podido ser la misma persona.
Hasta enero de 1993 no se produjo un nuevo crimen. Los medios de comunicación lo contabilizaron como la séptima víctima del asesino de las prostitutas. El 25 de enero, una ciudadana se dio de bruces en una playa de Aguadulce con el cadáver de Maria Leal. Su cuerpo apareció desnudo entre unos cañaverales. La joven tenía solo 22 años, y se encontraba embarazada. Un fuerte golpe le había roto el cráneo. Al parecer la muchacha fue recogida en un coche por alguien en la zona del Parque donde solía situarse buscando clientes.
No habían pasado seis meses y el 5 de julio un agricultor encontró en Cuatro Vientos (El Ejido) el cadáver de Khadija Monsar una marroquí de 25 años que trabajó en un club de alterne de Pampanico. Como en el caso anterior, el cuerpo estaba semidesnudo solo con el sujetador y la boca tapada con una gruesa y ancha cinta aislante. Tenía hematomas en el cuello y señales inequívocas de haber sido estrangulada.
Hubo dos casos más. Otra joven holandesa, de origen magrebí, Nadia Hach Amar de 22 años apareció desnuda y estrangulada a espaldas del campo de fútbol de Los Ángeles la mañana del 2 de agosto de 1994 y aunque hubo algunos arrestos relacionados con el crimen, su verdadero autor no fue detenido.
Y cerró el terrible ciclo, la muerte de Aurora Amador. Su cadáver fue localizado en la playa del Palmer entre unos acantilados. Desnuda y con el cuello partido, estrangulada como todos los casos anteriores. Vivía en la barriada de la Hoya y solía ejercer la prostitución en la zona del Zapillo y parque de Nicolás Salmerón.
Son crímenes impunes. Unas muertes que son recordadas solo cada vez que ocurre un hecho luctuoso de idéntica magnitud. Han sido diez mujeres muertas en extrañas y violentas circunstancias víctimas de seres desequilibrados. Muchachas unidas en común por el desarraigo, condenadas por la sociedad y refugiadas en el marco de la droga y la prostitución. La investigación a fondo de las muertes de las prostitutas de Almería- en su momento noticia de amplia proyección nacional- salvo los primeros días de ser cruel actualidad no tardaron mucho tiempo en quedar los casos si no archivados, si al menos olvidados.
El 5% de los criminales actúa por placer según un estudio realizado en el Reino Unido
La búsqueda del placer es la única motivación de al menos el 5% de los criminales, incluidos los autores de asesinatos múltiples, según un estudio realizado en el hospital especial Rampton (Reino Unido) y presentado por John Hodge, director de los servicios psicológicos del mismo. La adicción al placer aumenta porque los criminales dan rienda suelta a fantasías sobre los crímenes, y tienen que continuar con sus delitos porque la realidad nunca se ajusta completamente a sus expectativas. "Algunos tipos de comportamientos producen a los delincuentes una sensación de estar colocados que no alcanzan de ninguna otra manera, y se enganchan a ellos del mismo modo que la gente se engancha a las máquinas tragaperras, el alcohol o las drogas", explica Hodge.
Mark GressweIl, otro especialista del hospital de Rampton, ha explicado que, en particular, los asesinos múltiples muestran signos de adicción a sus crímenes. "El asesino espera tener una experiencia positiva de placer, o al menos de alivio, que asocia con el delito, y puede planearlo o prepararlo con mucha anticipación", dijo.
Algunos delincuentes han descrito efectos asociados de ansiedad y transpiración cuando intentan controlar su sed de violencia similares a los sufridos por los drogadictos.
Mark GressweIl, otro especialista del hospital de Rampton, ha explicado que, en particular, los asesinos múltiples muestran signos de adicción a sus crímenes. "El asesino espera tener una experiencia positiva de placer, o al menos de alivio, que asocia con el delito, y puede planearlo o prepararlo con mucha anticipación", dijo.
Algunos delincuentes han descrito efectos asociados de ansiedad y transpiración cuando intentan controlar su sed de violencia similares a los sufridos por los drogadictos.
Condenado a 72 años de prisión el asesino del mesón El Lobo Feroz
La Audiencia Provincial de Madrid ha condenado a Santiago San José Pardo a 72 años y cuatro meses de cárcel por asesinar y emparedar a dos prostitutas en el mesón El Lobo Feroz, situado en la calle de Lucientes de la capital, en el año 1987. El tribunal le considera autor de dos delitos de asesinato, de otro asesinato en grado de frustración y de dos delitos de inhumación ilegal, con la concurrencia de la circunstancia atenuante de enajenación mental.
La sentencia establece también que Santiago San José indemnice a las dos hijas de una de las víctimas, María Luz Varela Alonso, con 15 millones de pesetas, y con igual cantidad a los herederos de la otra rnujer emparedada, que no ha podido ser identificada aún. El condenado deberá pagar 50.000 pesetas a Araceli Fernández Regadera, una tercera prostituta, a la que provocó lesiones cuando intentó asesinarla.La sentencia reconoce que San José tenía disminuidas sus facultades mentales cuando perpetró los asesinatos, pero puntualiza que esta disminución no le eximía de la responsabilidad de sus actos. La resolución judicial recuerda que Santiago San José, El Legionario, a quien en 1984 le fue diagnosticada una esquizofrenla paranoide en el hospital militar de Melilla, era además alcohólico, lo que le provocaba, entre otros trastornos, impotencia sexual y agresividad.
En la relación de hechos probados se relata que a finales del mes de agosto de 1987, San José, después de cerrar el mesón de El Lobo Feroz, que regentaba desde dicierribre de 1986, se dirigió a la madrileña calle de la Cruz, donde concertó los servicios como prostituta de María Luisa Varela.
El tribunal considera probado que ambos regresaron al mesón, donde la mujer comenzó a desvestirse. Cuando ésta se había desnudado de cintura para abajo, El Legionario cogió un cuchillo de grandes dimensiones, "de los que utilizaba para cortar jamón", y se lo clavó a María Luz, que se encontraba de espaldas, causándole la muerte inmediata. Una vez cometido el crimen, Santiago San José trasladó el cuerpo al sótano del local.
Tela de arpillera
Pocos días después limpió la sangre, cubrió el cadáver con una tela de arpillera y con bolsas de plástico y tapó el cuerpo con yeso, maderas.y cajas de cerveza.El 12 de octubre del mismo año, San José se dirigió de nuevo a la calle de la Cruz, donde acordó con una mujer no identificada la realización del acto sexual. Los hechos se desarrollaron de forma similar a los anteriores, escondiendo en esta ocasión el cadáver bajo la escalera del sótano y tapándolo después con losetas y madera.
El 23 de diciembre de 1987 se dirigió también a la calle de la Cruz y acordó un servicio con la prostituta Araceli Fernández, a quien también intentó acuchillar. Esta mujer logró escapar de la agresión, aunque resultó con heridas leves.
Los cuerpos de las dos mujeres emparedadas se descubrieron el 23 de enero de 1989, cuando el nuevo propietario del establecimiento, que había sido traspasado en diciembre de 1987, acometió obras de reforma en el sótano donde se hallaban ocultos los cuerpos.
La sentencia rechaza el argumento de la defensa de El Legionario, que argumentó que éste tenía totalmente anuladas sus facultades mentales. El tribunal recuerda que el ahora condenado reconoció los hechos en sus primeras declaraciones al ser detenido.
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